domingo, 22 de enero de 2012

El cumple y las vueltas


El 21 de Enero es el cumpleaños de mi novia. La edad que cumple es lo de menos (dejémoslo en que ya paso los 30), lo verdaderamente importante es el hecho de la conmemoración. Así que detrás de todo lo usual; el pastel, los regalitos, los abrazos y las felicitaciones, se esconde el significado de las conmemoraciones. Parece ser que es algo necesario para el hombre de cualquier época fijar periodos de tiempo, llámese días, semanas, meses, años o hasta sexenios —con o sin reelección—. Desde los más antiguos, como los egipcios o los aztecas, hasta nosotros, todos tenemos la imperiosa necesidad de contar el tiempo y andar inventándonos calendarios de todo tipo. Yo siempre he creído que los cumpleaños son algo un tanto sin sentido porque se hace coincidir una medida planetaria con la de un periodo de vida. Si fuéramos realmente estrictos lo que estaríamos diciendo es que cada cumpleaños es la conmemoración de otra vueltecita a la órbita. Por este tipo de relaciones luego aparecen jaladas en las caricaturas como cuando Superman regresaba el tiempo dándole vueltas a la tierra en sentido contrario. Ya no recuerdo bien, pero quizá sean los chinos quienes agrupan algo equivalente a los cumpleaños, por lo menos los primeros, en periodos de 100 días, lo que parece un poco más coherente. Por lo menos si eres fan del sistema métrico decimal —como yo—. En fin, el periodo para un cumpleaños, como cualquier otra medida, es una arbitrariedad. Lo cierto es que cualquiera que sea la razón de fijarlos en el número de vueltas, al final es la forma como todos conocemos y celebramos los cumpleaños. 
Ya dejando atrás todas las razones vulgares y mundanas para celebrar tu cumple, que regularmente se resumen en un pretexto para armar una buena fiesta o recibir unos cuantos presentes, el hecho de que coincida con una vuelta te permite hacerte a la idea de que estás de nuevo en el principio y que tienes chance de hacerlo todo de nuevo. Cada año que cumples te pones un poco como en año nuevo, te llenas de propósitos y esperas que sea el comienzo de algo diferente. Más todavía si se trata de una década la que celebras, a los 20 te dices que serán los mejores años de tu vida, que te la pasarás bomba en todos lados pues sólo se es joven una vez, a los 30 ya sabes que no todo es tan fácil como lo creías y que para lo que sigue esperas sentar cabeza —sin albur—, estabilizarte y concentrarte en tu trabajo, formar tu patrimonio y estás listo para los hijos —creo que mi amigo Daniel tiene como treinta y algo, lo que explica muchas cosas— a los 40 ya te preocupas porque cada vez es más común que seas presa de la disfunción eréctil y tu cabello desaparece como por un «chin pun pan tortillas papas» del maguito Rodi, etc, los 50, los 60... creo que ya tienen la idea. Lo malo es que los cumpleaños no sólo sirven para hacer planes sobre el futuro, sino para también darte cuenta, igual que ya por ahí de mayo o junio respecto al año nuevo, que has fallado en la mayoría de tus propósitos y que los que te quedan se ven cada día más difíciles. Resulta entonces que los cumpleaños son algo triste para algunos, para los cumpleañeros obviamente, que los demás se pondrán felices de entrarle al pastel, checar a las primas de la festejada o simplemente aventarse una chelas y bailar un rato. 
Ya dentro de la fiesta las cosas son muy similares en todas ellas. Si es cumple familiar te verás rodeado de tus seres queridos y no tan queridos para que recuerdes aquellos momentos donde tu tía te cambiaba los pañales o tu tío abuelo que ya se nos adelanto te hacía caballito y eras tan feliz. Tu mamá o tu papi traerá aquel álbum familiar lleno de fotos polaroid que relatan tus mejores momentos, desde que eras nada más una cara en medio de una cobijita de ositos, las clásicas fotos desnudo —de verdad no sé por qué hacen eso—, en tu confirmación, tu primera comunión, desde luego de otros cumpleaños, en el festival de primavera del kinder y, claro, en el día de las madres en la primaria. Te veras con 20 diferentes cortes de cabello que corresponden a cada una de las modas que has visto pasar, te veras con el cabello un poco afro y alborotado porque eso era la neta en los 80 o si eres niña te reconocerás con ese famoso copete en forma de tubo que todas se hacían en la secu, ese para el cual le exigías a tu mamá que te comprará un spray marca «Acuanet», el cual jodía más que cualquier otra cosa en el mundo la capa de ozono. Si se pudiera medir resultaría que los alumnos de secundaria de los 80 y 90 son culpables de la mitad del hoyo en la capa de ozono y del deshielo de los polos. Entonces mientras todos comparten en gran ánimo, degustando una sabrosa rebanada de pastel o flan o lo que sea que hacen en cada casa, cada cumpleañero se da cuenta —si tienes un ánimo un poco depre— de que no sólo ha perdido ese ángel de cuando niño, sino que las fotografías son el recuento de una historia de degradación y desgaste. No sabes porque tienes 150 fotografías de tus primeros 3 años y sólo otras 25 del resto de tu niñez; no sabes cuando fue que a tus papis ya les empezó a dar hueva sacarte fotos o en qué momento pasaste de ser el hermoso bebé a un niño cualquiera, después a un puberto lleno de barros en la cara, un adolescente cagado y rebelde y finalmente un tipo que cada vez se ve más como lo hacían tus papás en las fotos. Entonces en medio de tu reflexión vendrán las confirmaciones externas, tu abue te preguntará bajita la mano qué cuándo planeas dejar la casa de tus papás, te dirá con su tierna y dulce voz «¿y cuándo ya vas a tener tu propia casa hijo? ojalá que este sea el año en que ya te nos cases». Alguno de tus tíos te preguntara que como te va en el trabajo o la escuela, y entonces con esa sorpresa falsa expresará alguna frase que reza algo como: ¿todavía no terminas la escuela? ¿qué no ya debías de haber salido? ¿todavía sigues en ese puesto? ¿qué no te han ascendido? ¿sigues en ese mismo trabajo? Tú tía favorita te dirá con mucho tiento que por qué no te cortas el cabello o te vistes más formal, que ya no eres un chamaco y te empiezas a ver un tanto ridículo. Y así sucesivamente hasta que tus primos te restrieguen que ellos sí ya tienen un mejor trabajo o que ya terminaron la escuela o que están esperando un bebé o algo por el estilo, que tu hermano ya dio el enganche para un depa o que tu otro primo es el segundo carro que se compra. Así los cumpleaños dejan de ser tan divertidos como lo eran cuando eras niño. Ya después de un tiempo los cumpleaños son «a pain in the ass± como dicen los americanos. Por eso es que ya no quieres un cumpleaños familiar sino solo una fiesta con tus amigos, pero una fiesta así es como cualquier otra, la fecha y tu cumpleaños es sólo un pretexto conveniente. 
Ahora que se acerca el cumpleaños de Adriana yo quiero decirle que me gusta estar con ella, que no me importa un comino todas aquellas cosas que pueden parecer fracasos en su vida, que no me importa que después de sus 30 años no tenga ni viva lo que tienen y viven otras personas de esa edad y se supone el ideal de vida, que no me importa que no sea aquella mujer de 20 años que conocí, que su cuerpo no sea el mismo, que cuando vamos a los conciertos parezcamos los papás de dos o tres mocosos al lado de nosotros, que nada de eso importa. Quiero decirle que no estoy aquí para sus cumpleaños, donde sólo se hace el recuento de otra vuelta, sino para pasar la vuelta entera con ella. Quiero decirle que la amo, que es lo mejor de mis últimas vueltas y que nos quedan muchas más juntos. Que al final lo importante está en el recorrido y no en la meta. Ya por último quisiera decirle lo que no necesito decirle porque ella lo sabe y yo lo sé, y cada día juntos nos lo decimos sin palabra alguna, y por eso las vueltas del mundo las pasamos uno al lado del otro. 

viernes, 9 de diciembre de 2011

Diablos!!! Sí soy de la generación X

Hola mis queridos amigos. Como seguramente ya saben muchos de ustedes, desde hace tiempo he tratado de colgar una página en la red. Incluso desde antes de que existieran los blogs, el myspace o el facebook. Debido a que para hacerlo con cierto decoro, y que no quede una cosa bastante chafa, se necesita invertir capital —la renta del servidor principalmente—, he decidido hacerlo por este medio del blog. Tiene una ventaja innegable: es gratuito. No me parece que esté tan mal, aunque tampoco me permite todo lo que quisiera. En fin, que la decisión está tomada. Ojalá y les resulte entretenido. Al final es sólo para que descansen un momento de todas esas redes sociales ahora omnipresentes. A mí me servirá para distraerme un poco y practicar el engorroso hábito de escribir —escribir algo que no sea tan serio—.

Considerando que conservo algunas cosas que había escrito para el otro sitio, las empezaré a subir paulatinamente. Además me tomaré un tiempo de vez en vez para escribir algo nuevo. Todavía sigo aprendiendo a usar el sitio y revisando los códigos que se pueden incrustar, —estoy muy oxidado en html— así que si lo ves al principio un poco austero, con el tiempo mejorará. Recibe entonces mi agradecimiento por tu amable atención, si es que todavía sigues aquí. Sólo una última advertencia, perdonen si de manera creciente empiezo a blasfemar cada vez más, es algo que trato de controlar pero con poco éxito; mi intención no es faltarle a nadie al respeto.

Como no sabía bien por dónde empezar, no tenía ni un tema ni una dirección para el blog, pensé en que reflejará algo en lo que la mayoría de nosotros pueda representarse. No quiero hacer una página personal donde hable de MIS intereses, MIS experiencias y MIS opiniones. No veo a quien pudiera interesarle tal cosa. Ni siquiera mi mami, quien sin duda me quiere, aguanta mucho tiempo cuando me pongo enfadoso y le cuento cosas que me apasionan pero que sin duda dan cuenta de mi ñoñez; nadie quiere saber si me recuerdo la alineación del último Arsenal campeón, o si sé quien es el máximo goleador en la Historia del América —Por cierto, es Zague—. Eso del personalismo exacerbado no es lo mío. Por eso el facebook y el twitter no me gustan tanto, bueno en realidad no me gustan. Los odio! Aunque los uso. Bueno, sólo el facebook, y muy de vez en cuando. Si bien he de confesar que me ha dado una grata sorpresa al poder localizar a mis compañeros de la secundaria y organizar una reunión. Es sólo que no lo entiendo. La realidad es que no me gusta sacarme fotos con un celular —ni siquiera tengo uno— en todos los malditos sitios del mundo, sosteniendo el aparato por encima de mi cabeza en un ángulo descendente y asumiendo esa pose como inclinando la cabeza. La idea que tengo de una foto mía es en colores apagados con un traje blanco y sosteniendo una vela en una mano y una Biblia con un rosario en la otra. Ya sabes, esas que te tomaban en los momentos de rigor y que no eran placenteras. Es que no me parece que de fotografiarse pueda surgir alguna clase de gusto y placer, a menos que seas conejita de Playboy y ganes mucho dinero con ello. Tampoco me gusta estar diciendo cada 10 minutos lo que hago, es más, no me gusta que la gente sepa lo que hago cotidianamente, no tiene nada de interesante. Me gusta contar algunas historias truqueadas por el recuerdo y la exageración, porque eso es lo que se hace cuando uno intenta escribir. Menos todavía, quiero andar pasando mensajes de amor o amistad que antes llegaban por correo y estaban llenos de figuritas de ositos y conejitos.

Pero regresando a lo importante, no quiero que parezca una página de red social, aunque reconozco que más allá de mi habitual amargura algo bueno tendrán. Pensé entonces en utilizar esa horrible clasificación por generaciones, la cual por cierto siempre encontré algo forzada. No me gusta decir que pertenezco a la generación X (1970 - 1981), pero la verdad es que sí.

Partiendo de la idea común de lo que se supone caracteriza a la generación X, de repente, al encontrármela de frente, parecía que sí describía gran parte de mi vida. Y seguramente de la de ustedes, creo. Lo que se dice generación X sin duda sólo cubre parte de la población, de hecho me parece que una muy pequeña, no puede cumplirse para todos, pero si es que eres uno de mis amigos con la misma edad y tienes algo en común con la forma de vida que llevaba —o llevo—, habrá algo que sí coincida. Y, como te digo, aunque al principio no me gustaba la clasificación, quizá sea tiempo de darle otra oportunidad. Tal vez es que ya han pasado suficientes años como para tomar distancia y verla en retrospectiva. En fin, que ya no me parece tan descabellada una clasificación así.

Se dicen miembros de la generación X las personas que nacieron entre 1970 y 1981, o sea, que hoy tienen entre 30 y 41 años. Recuerdo que hace tiempo me llegó por correo una especie de apología de mi generación, donde se recopilaban las caricaturas que veíamos y decía que podíamos andar en la calle hasta entrada la noche y salir en bicicleta y cosas así. Lo que recuerdo de esa carta es que era bastante cursi y parecía una de esas cadenas con ositos que te mandan ciertas personas, ya sabes, una de esas con paisajes increíbles o historias conmovedoras y una moraleja al final, además del siempre bonito "que Dios te colme de bendiciones…", —esto es algo que no deberían saber, pero cuando escribo esto de Dios no puedo quitar la sonrisa de mi cara, es el tipo de cosas que me doblan de risa—. El punto es que, aunque ese documento decía cosas ciertas, era bastante patético, sobre todo por el tono. Quizá tú también lo recibiste. Pero estarás de acuerdo que la verdadera narración de estas cosas debería de coincidir, si es que la escribe alguien que pertenece a tal periodo en el tiempo, con lo que la caracteriza. Entonces, para ilustrar mi punto, déjame decirte que la generación X tiene varios sinónimos: la generación de la apatía, la generación perdida o la generación del alternativo —yeah!—. Entonces, cuando sale una carta diciendo lo bonito que era todo, pues no me causa sino risa y sospecha. En gran parte para mi no era así. Aunque yo sé que soy esencialmente "contreras" a la mayoría de cosas que se dicen, debo conceder que nuestra niñez y nuestra adolescencia sí tenían un montón de cosas buenas. Pero hablar de eso no es tan divertido.

Como casi todas mis investigaciones recientes empecé por wikipedia. El año pasado hasta les done un dólar sintiéndome un usuario asiduo de este sitio. Este es el link para que lo lean por ustedes mismos. Si lo pueden leer en inglés pues mejor, pero la traducción al español también está entretenida, además de que se refiere hacia el final a la generación X en México. Para resumir, la generación X tiene estas características: romper con las costumbres anteriores —check—, no creer en Dios —check—, tener relaciones antes del matrimonio —perdón mi amor por quemarte pero este es un ejercicio de honestidad, CHECK—, no respetar a sus padres —check, aunque nos sea algo de lo que me sienta orgulloso y ahora me arrepiento—, poner a sus amistades antes que la familia y sufrir de depresión e inconformidad —check—. Yo sé que todo esto no te pasa a ti, pero la verdad que la mayoría si me ha pasado en algún periodo a mi. Bueno, no la mayoría, la verdad todo, y no en un periodo, me sigue pasando.

Romper las costumbres es algo normal para cada generación, creo, pero quizá es que para nosotros las cosas estaban más fáciles. Que yo lo recuerde nunca fue difícil para mi. Sólo es algo que hacías como con una motivación natural. Por ejemplo, en casa de una de mis abuelas, llamémosla la tradicional, no se podía cambiarle a la tele, correr en el patio o hacer algo más que permanecer sentado sin hablar. Diablos! De verdad odiaba visitarla, era aburrido a muerte. No sé cuantos programas de Sábado Gigante con Don Francisco me tuve que reventar porque en esa casa era lo que se veía los fines de semana. En esas ocasiones sentía el firme deseo de mandar todo al carajo y hacer lo que me place, pero me detenía, más que por miedo a mi abuela, por no acongojar a mi mami. En contraste, en casa de mi otra abuela "todo había sido emancipado por la voluntad". Cada quien se sentía libre de hacer lo que quisiera, lo que no resultaba en una especie de libertinaje, sino en una relajación increíble, en la felicidad. Si tenías sueño tomabas una cama y te dormías, si no querías ver lo que veían los demás te ibas a otro cuarto y ponías la tele en lo que tú quisieras, si tenias hambre abrías el refrigerador y buscabas algo.

Desde luego mi supuesta rebeldía no era total y también hacía cosas aunque no fueran lo más agradable, como ir al escuela o hacer la tarea —la mayoría de las veces—. Así crecí sin saber porque hacían tanto pancho por seguir un montón de reglas acartonadas y pedantes, de costumbres que no tienen mucho sentido más allá de la estúpida apariencia. Y aclaro, no me molestan las reglas, me molesta lo que se hace por apariencia. Por ejemplo, no entiendo por qué mis hermanos le hablan "de usted" a mis tíos, es absurdo, los conocen de toda la vida. Ni por qué en el trabajo a los jefes les dicen siempre Licenciado con una reverencia infinita y no les llaman por su nombre —con respeto, pero sin caer en esa especie de temor—. En mi último trabajo, nunca entendí porque cuando llegaba una supervisión como la directora de personal o el jefe de los cuerpos todos se ponen en pose superformal, como si ellos no supieran que cuando no están eso es una sucursal de chismes y chistes. Cuando visito a Adriana, todavía encuentro folclórico, por decir lo menos, que cada vez que se cruza o se traslada diga: "permiso". Yo diría: "voy por ahí" —acompañado de un pequeño silbido al principio— y sólo si me estorbas al pasar. Si no, para que te digo algo. Lo que quiero decir es que, aunque tu sabes que ahora soy un fanático de las leyes y las normas y de seguirlas todas tal como se estipula —dice una canción de los tres: "…si mato una mosca es muy posible que la entierre—, eso no quiere decir que no haya roto con las costumbres anteriores y lo siga haciendo cuando no tienen ningún sentido. Me obligo a cumplir con unas leyes y normas porque de verdad creo en ellas, y no me importa lo que me digan. Al contrario, si me importara lo que dicen, entonces no las respetaría, como cuando no me paso los altos incluso cuando no viene ningún carro y es perfectamente seguro hacerlo, o cuando camino otros 50 metros para cruzar por el puente peatonal, y todos me dicen que soy un ñoño.

Como muchas de las personas de mi generación no voy a acartonarme para cumplir con cierta apariencia que se supone debería de poseer. Cuando te vea te voy a saludar, pero no esperes un saludo del siglo pasado, te voy a decir "gracias" y "por favor", pero no esperes nada que sólo se hace por apariencia. Una vez en la secundaria, en uno de estos días libres de kermés, fui con el pantalón al revés. Sí, con las bolsas hacia el frente y el cierre hacia atrás. Y además convencí a mi amigo Gerardo que hiciera lo mismo. Fue divertido, y aunque todos me echaron carrilla, tampoco paso nada. Lo vi en una revista y pensé que nadie me iba a decir como usar los pantalones. Estoy muy orgulloso de no tener miedo a la burla o al ridículo. Ningún ridículo te mata. Era esa rebeldía estúpida de juventud, pero en el fondo lo que quería era dejar claro es que no iba a hacer algo sólo porque era la costumbre. Las cosas deben hacerse porque se creen de verdad. En mi último trabajo vestía todos los días trajecito y corbatita, menos los viernes casuales —donde me pidieron encarecidamente que no llegara al extremo de la mezclilla—. Esa es una de las cosas que son requisito para algo, pero eso no quería decir que me tenía que comportar como un autómata de cartón —dice una canción de los caifanes: …pero nunca me voy a transformar en ti—. Bien se dice también que los hábitos no hacen al monje. Así que con todo y trajecito nunca me comporté como algo que no fuera. En fin, que lo que yo creo, y coincide con lo que se supone hace la generación X, es no seguir más costumbres sólo porque ahí están. Aunque yo sé que un montón de personas sigue en esa onda de las costumbres, ya te dije que incluso Adriana le entra a eso, pero en cierta medida y en algunas cosas la mayoría de nosotros, los hombres X —pido nightcrowler—, no lo toleramos más.

Otra característica es no creer en Dios. En esta no hay mucho que decir, la mayoría sigue la costumbre, la mamá de tu abuela fue creyente, y por eso también tu abuela, y tu mami, y ahora tú, y lo será tu hijo, etc. No importa si fuiste a la universidad y se supone que te formaste en una tradición científica que te enseña a ser escéptico de lo que la gente cree sin RAZÓN. Si eso no te puede cambiar, yo no sé que pueda hacerlo. La verdad es que este punto no aplica mucho para nuestro país tan TRADICIONALMENTE religioso. Yo entiendo que mi abuela sea religiosa, y que mami también, pues son de otra generación y lo más cerca de la ciencia que llegaron era la ciencia ficción de las películas. En menor medida entiendo que tú lo seas, pues esa es una costumbre difícil de romper. En otros lados el ateísmo va tomando cada vez más fuerza, eso ha de hablar por sí solo. Por ejemplo, en la preparatoria recuerdo que Harry y yo nos poníamos un poco blasfemos y molestábamos a Nacho con cosas religiosas. Ya sabes, con las pequeñas contradicciones que encuentras en la Biblia y eso. Entonces nuestro amigo Jonas quedaba en medio de las disputas, y le preguntabas: ¿tú que crees Jonas? A lo que el siempre respondía: "yo no sé güey a mí no me metan en eso". La verdad es que no podía romper con su tradición, quizá no quería creer en Dios, pero seguía siendo temeroso de lo que pudiera pasarle si confesaba su indecisión. Yo diría que como muchos, no era creyente pero sí "temeroso de Dios". Baste esta pequeña descripción porque luego la gente se ofende en estos temas, mejor dejarle así. Sólo es que ese aspecto de la generación X sí enraizó en mi y en algunos otros.

Otra característica es tener relaciones antes del matrimonio —que rico—. Me imagino que esto no es privativo de la generación X, es decir, cuando te avientas una de esa películas de época vez que también le ponían duro y sabroso y no estaban casados. Imagino que en todos los tiempos ha habido adulterio, asesinato pasional y las más diversas perversiones sexuales. Siempre ha habido una que otra oveja descarriada que quedaba en Barcelona, la diferencia es que en mi generación ya no había necesidad de mandarlas con unos tíos a provincia, a un convento, o decir que ese hijo que había tenido era en realidad "su hermanito". Y sin embargo, lo cierto es que todavía nos toco vivir con una idea desvirtuada del sexo. Aún recuerdo cómo se ponía roja mi mami cuando la familia veía una película y aparecían 30 segundo de sexo, y además malísimos, ni siquiera clasifican como soft porn. Le faltaban manos para taparnos los ojos. No sé si a todos les paso igual, pero por lo menos en mi casa nunca hubo la famosa charla de las mariposas y las abejas. Todo lo que iba descubriendo del sexo estaba sin duda malversado y adulterado, lleno de mitos como la yumbina y los lentes de rayos x que supuestamente podías comprar en Tepito, en realidad creo que fuimos unos verdaderos autodidactas y corrimos con un poco de suerte. Además de eso, nos toco crecer en los ochentas con películas de albures y ficheras, con figuras como la del padrote —Pedro Navajas interpretado magistralmente por Andrés García— o el caguamo —para el cual igual servía Polo-Polo, Rafael Inclán, Alfonso Sayas, El caballo, El Comanche o hasta Chóforo—. Así terminabas por creer que cuando fueras a comprar el pan, o la leche, o entrando a un cine, o con tu vecina, o cualquier lugar típico de estas películas, tendrías sexo con una mujer de carnes prominentes entre chistes y albures, y que estarías a punto de ser descubierto por su novio o marido pero saldrías airoso.

Ya en serio, aún creo firmemente que no hay absolutamente nada de malo en el sexo prematrimonial, al contrario, sólo encuentro cosas buenas en él. Siempre y cuando sean responsables. No imagino que una pareja durará muchos años para casarse, y luego descubrir que eran sexualmente incompatibles; que fiasco! Quizá es que entendimos que una expresión tan importante del amor entre dos personas no puede retrasarse, ni ha de condicionarse a unos protocolos anticuados y francamente obsoletos. Y aunque no fuera expresión del amor de telenovela que esperábamos, aunque fuera un acostón, igual no había nada de malo en ello, nada para avergonzarte o arrepentirte. Una vez que lo ves tal y como es, no hay motivo para la culpa, al contrario, es algo muy divertido y maravilloso. Todavía me acuerdo una vez que coincidí con mi amigo Daniel en un "cinco letras", que cosa tan cagada. Después de retozar un rato a la manera de un sátiro, uno se aburre y tiende a asomarse por la ventana. Esa vez no fue sino para ver su Monza Azul en el estacionamiento con el inconfundible Kenny de South Park que colgaba de su espejo retrovisor. Y pensar que estábamos cerca mientras nos divertíamos tanto.

En lo que se refiere a lo de no respetar a los padres no quiero decir nada, sino sólo expresar mi arrepentimiento por todo lo que alguna vez llegue a lastimar a los míos. No era sino resultado de esa supuesta incomprensión que cree sufrir todo adolescente. En la miopía de mi juventud, pensaba que para reafirmar mi identidad tenía que negar todo lo que eran ellos; literalmente llevarles la contra. Eso es una falsedad que me tomo tiempo descubrir y que es fuente de mis más sinceros arrepentimientos. Si bien he de decir a mi favor, que aunque pudiera ser muy hiriente, nunca fui grosero. Ese no es mi estilo.

Así que por último, no queda sino aquella fea etapa de la depresión y la inconformidad. La inconformidad todavía la tengo, de hecho cada día incrementa, cada día me indignan más y más cosas sobre este país, sus políticos, lo que son capaces de hacer algunos parásitos por el dinero o la fama, la irresponsabilidad en nuestro trato con el ambiente, la estupidez de la gente, etc. Creo que eso es algo que nunca se me va a mitigar, pero sin duda eso es algo bueno. No sufro de inconformidad a la manera de la Botarga —Alondra— que no hace sino quejarse de absolutamente todo por los detalles más ínfimos. Que si la sopa está muy caliente, que si la comida está insípida, que si el baño está sucio, Dios mío! Pero como ella no es de la generación X, entonces eso ha de explicar su interminable lista de quejidos y lloriqueos por nada. Para demostrar mi punto, seguro se queja cuando lea esto. Ya la escucho: "que si soy un pasado de lanza", "que con que derecho digo algo de ella", etc. Bla, bla, bla. —y seguro también se queja del bla, bla, bla— La inconformidad sobre lo importante es algo que debemos de tener todos, es la única manera en que las cosas pueden llegar a mejorar. De eso si estoy convencido. No podemos acostumbrarnos a lo que ya por si mismo es indignante. TODOS DEBEMOS SER INDIGNADOS!!!

En cuanto a la depresión, no se bien como funciona, me imagino que en la fábrica del universo hay personas de todos colores, yo sé que soy gris. En la canción de "Mr. Jones" de los "Counting Crows" cuando llega el momento de más fuerza, el clímax, se deja escuchar un grito que dice: gray is my favourite color. Siempre lo he creído. Muchas tardes de mi vida, especialmente durante mi adolescencia, podía deprimirme hasta extremos nauseabundos. Hubo un tiempo que podía escuchar hasta cinco veces en un sólo día el O.K Computer de Radiohead. Cada vez quedaba un poco más loco, pero de que podía, podía. Aunque eso era algo que estaba en el ambiente y afectaba a las personas de cierta sensibilidad, aquí si no había nada de voluntad o premeditación. Todavía hace unos días vi a un montón de treintañeros y cuarentones sentir una especie de posesión dionisiaca cuando unos cincuentones tocaban Jeremy, que no es sino una canción sobre un chavito que se vuela la tapa de los sesos frente a su clase —ahh, pero como llega—. Recuerdo el día de Abril en que dijeron que Kurt Cobain se había suicidado y cómo sentimos que el Lennon de nuestra generación se había terminado, recuerdo como vestía todos los días los mismos jeans, converse negros y un suéter verde muy grunge. Recuerdo como me gustaba el video de Black Hole Sun de Sound Garden, con su distorsión por esteroides de la realidad que me provocaba cierto grado de nauseas. Y aquel que sí da nauseas de Closer por NIN. Pero mientras yo me creía una verdadera piltrafa, ni amigo Nacho era feliz con las Spice Girls, y toda mi clase de prepa se dedicaba a tararear una canción de OV7 que decia: "te quiero, tanto, tanto, tanto,... traviesa —o algo así—". Me imagino que ellos tienen otros colores. Ya no hablemos de la diferencia entre lo que yo sentía cuando veía la naranja mecánica, pulp fiction, o trainspotting, mientras que la mayoría comentaba Titanic o Jurassic Park. Recuerdo escuchar tardes enteras radioactivo, donde los juguetes eran por definición "ofensivos e inhumanos". En fin, sobre esto no tiene más sentido seguir.

Ahora estoy feliz, —incluso en mis minidepresiones—, de ser una persona gris que ha encontrado por su camino personas de todos los colores. Me alegra haberlos conocido a todos y cada uno de ustedes, literalmente colorean mi vida. Y aunque ser del club de los hombre X no es para todos, sí son de ese selecto club de las personas a las que quiero y estimo. La generación X quizá se haya disuelto, o está en ese proceso, las personas cambian y en su cambio inciden en el cambio de otros. Supongo que ese es el sentido de la vida. Si no te fueras haciendo mejor, ¿qué caso tendría?

Baste pues, para que a partir de ahora escriba algo de cuando en vez...